Home Office

Por el Arquitecto Opi Mazzinghi (Estudio – Camps & Tiscornia)

Llegado a una cierta edad, uno piensa que ya no habrá más primeras veces. Sin embargo, la vida nos sorprende y hoy es mi primer día de home office. Es verdad, muchas veces trabajé desde mi casa, pero ahora es distinto. Antes siempre existía ese planeta llamado Estudio, del que uno se convertía en un satélite esporádico. Hoy esa pequeña estrella se encuentra momentáneamente apagada por pandemia. Somos asteroides en una órbita incierta.

Pienso en los arquitectos del pasado. Brunelleschi y su Cristo de Santa María Novella, con el que sorprendió a su amigo Donatello. Palladio, Borromini, y más aún Bernini, todos ellos venían de trabajar la piedra. Tenían con la materia una proximidad que hoy resulta inaudita. La modernidad  ha producido un lento pero persistente alejamiento de aquella cercanía. Ha interpuesto con la materia mediaciones innumerables.

Ciertamente en el dibujo persistía un fragmento de materia, pero también este se fue diluyendo aceleradamente. El original tenía su rango de cosa. Pero después vinieron las copias, los vegetales para hacer otras copias, “te lo mando por fax”, las impresiones, las imágenes. Un mail que dice “Ahí va el archivo” volando por el aire. El dibujo hoy es un lujo; en el mejor de los casos, una diversión. Las jóvenes generaciones no dibujan, ¿y por qué habrían de hacerlo? ¿Acaso a alguien se le ocurriría exigirle a Le Corbusier que agarre un cincel?

Miro mi pequeña nave, alistada en un rincón de mi departamento. No ocupa más de un metro cuadrado y funciona, si internet no se cuelga. Mantengo un contacto fluido con las otras naves. Tenemos un grupo de WhatsApp. Me acuerdo de Bowie: “Ground control to Major Tom”. La pregunta sería, finalmente: ¿cuánta lejanía seremos capaces de  soportar todavía? “Ahí va el capitán Beto”.