El State Guest Mansions, un desarrollo concebido para albergar 260 villas de estilo europeo es uno de los mejores ejemplos de mansiones a medio construir. En este caso, hoy en día sus únicos residentes son vallas de ganado y ocasionales exploradores de aventuras. Situado alrededor de las colinas de Shenyang (a unos 650 kilómetros al nordeste de Pekín), el proyecto fue planeado originalmente por Greenland Group, un promotor inmobiliario con sede en Shanghai, y comenzó a construirse en 2010. En dos años el proyecto se detuvo bruscamente, dejando a su paso los esqueletos a medio formar. Actualmente, las propiedades en ruinas todavía están abandonadas, y generando una serie inquietante de filas que parecen un campo de maíz arquitectónico.
Durante muchas décadas, la economía de China estuvo impulsada por el sector inmobiliario, hasta el punto de que el gobierno a menudo fomentaba desarrollos a gran escala. Pero el envejecimiento de la población, las preocupaciones sobre la asequibilidad y la pandemia de COVID-19, entre otros factores, provocaron un desequilibrio entre la oferta y la demanda.
El colapso de Evergrande es sólo el ejemplo más notable de un hecho que está ocurriendo en toda China. Numerosos desarrolladores están enormemente endeudados, incumpliendo sus pagos y luchando con pérdidas, lo que resulta en estos proyectos de viviendas sin terminar y comunidades potenciales esqueléticas.
Country Garden, otro desarrollador chino, es responsable de Forest City, un megadesarrollo de 100 mil millones de dólares en el sur de Malasia que ahora está casi vacío. Aunque estaba previsto que albergara a 700.000 personas, sólo viven allí unas 9.000, lo que llevó al Wall Street Journal a describir el complejo como una «Ciudad Fantasma».